Cuando la falta de libertad de expresión y remediación equivale a problemas de salud

El personal de una fábrica de Indonesia elabora altavoces para algunas marcas líderes de auriculares y cascos. El 95% de una plantilla de 4.200 personas son mujeres que tienen entre 18 y 23 años. Una parte del personal se encarga de aplicar tolueno a la capa transparente que envuelve los altavoces. Este disolvente industrial puede afectar el sistema nervioso central, los ojos, la piel, el sistema respiratorio, el hígado y los riñones, dependiendo del grado de exposición. Las consecuencias pueden ser especialmente graves para las mujeres jóvenes en edad fértil, ya que la toxina puede provocar malformaciones en el feto.

La experiencia acumulada tras más de 40 años de investigación exhaustiva demuestra que la exposición al tolueno en el lugar de trabajo puede tener efectos muy graves a corto plazo. La inhalación de los gases del tolueno por parte de una persona puede provocar malformaciones del feto, peso bajo al nacer y problemas biológicos o conductuales. El tolueno también puede perjudicar los aparatos reproductivos masculinos o femeninos, generar asma y daños al sistema nervioso y provocar cáncer o aumentar el riesgo de contraerlo.

Testigo de una mujer que ha estado siete años manipulando tolueno para fabricar altavoces:

"Inhalamos el tolueno y nos mareamos. Como no nos dan las máscaras adecuadas (de gas), debemos usar las normales, que son demasiado delgadas. Hay compañeros que vomitan. A veces, cuando hace calor, nos las sacamos. No hay aire acondicionado, sólo tenemos un ventilador".

"Hay muchas personas trabajadoras que sufren problemas y alergias de tipo respiratorio. Tienen enfermedades pulmonares y les cuesta respirar. Esto es por culpa de los gases que genera el tolueno. Como trabajamos en espacios abiertos, se esparcen por todas partes".

Este colectivo y millones de personas que también trabajan en el sector de la electrónica no tienen voz ni posibilidades de solucionar estos problemas en el lugar de trabajo. No disponen de la capacidad de hacer cumplir la normativa local en materia de riesgos laborales. No pueden confiar en el cumplimiento de los códigos de las marcas líderes del sector, aunque estas empresas mencionan que la normativa de salud y seguridad se debe respetar estrictamente. En el trabajo tampoco tienen suficiente fuerza colectiva para alertar sobre los peligros para la salud y negociar soluciones con sus empresas. Lejos de implicar la introducción de mejoras, las quejas pueden hacer que se queden sin trabajo y medios de subsistencia, un riesgo que no pueden asumir. Estas personas sacrifican su salud para poder disponer de un techo y alimentar a sus familias. Pero si se atreven a denunciarlo, no podrán conseguir mejorar sus condiciones.